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Editorial #1 – Crónica de la locura en Argentina.

Un 17 de Agosto de 1822 nacía en el Virreynato del Río de la Plata, José de San Martín, quién fuera militar, político y uno de los libertadores de Argentina, Chile y Perú. Luego de 200 años de su nacimiento, seguimos luchando por la decolonización.


La primera vez que fui secuestrado en un loquero tenía apenas 16 años y recuerdo haber cumplido mis 17 años en contexto de encierro, siendo ese el más triste de todos mis 45 cumpleaños. Cuando salí en libertad tuve que intentar reconstruir mi vida. Muchos años después entendí que no estaba reconstruyendo mi vida, sino recreándola. Me tomó unos 25 años dejar de pensar ese evento como una internación psiquiátrica involuntaria, para reconocer que fui privado de mi libertad de forma ilegítima.

Desde entonces, distintas preguntas que me fui haciendo junto a otras personas de ámbitos políticos, culturales o artísticos me permitieron dejar atrás la narrativa sanitarista que reduce lo que me había sucedido a lo que en salud mental se denomina como brote o crisis. Recién en el año 2010 en Argentina el poder legislativo en una ley nacional, me daría argumentos para demostrar que la detención arbitraria, los tratos inhumanos y la violencia institucional que padecí en un loquero privado de la localidad de Avellaneda. A partir de ese año en Argentina quedaría demostrada la ilegalidad de mi internación.

Lo primero que tuve que hacer con 17 años y cientos de pastillas circulando en mi cuerpo, fue encontrar una forma de terminar mis estudios secundarios porque en el año 1995 parecía que tener un título secundario me facilitaría conseguir un trabajo. Sin embargo, eran tantas las drogas psiquiátricas que me hacían tomar afuera del loquero que no podía pensarme a mí mismo como una persona que trabaje de manera independiente para ganar su sustento económico.

Intenté volver a cursar mis estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que fue el lugar donde me secuestraron para llevarme a un loquero. Pero por más buena voluntad que tenía, no podía estudiar allí porque su programa de estudios en aquel entonces era inaccesible para mi estado intelectual. La cantidad de drogas psiquiátricas que me aplicaban, me impedían concentrarme, estudiar o leer más de una carilla de un texto. Entonces tomé la decisión de ir a estudiar a un “Bachillerato acelerado” que quedaba cerca de la casa de mi familia y pude obtener rápidamente un título secundario oficial. Ese certificado me permitió pensar en el siguiente paso que consistía en tomar una decisión sobre mi futuro: qué iba a estudiar.

En aquel entonces me gustaba la radio, el teatro y la literatura. De hecho, escribía, había actuado una vez en un café concert y tenía un programa de radio con 4 amigos en las cabinas de radio de la cancha de futbol del club Ferro en el barrio de Caballito en la ciudad de Buenos Aires.  Una de las primeras opciones fue estudiar comunicación social en la universidad de Buenos Aires, porque me parecía en aquel entonces que tendría mejor salida laboral como periodista que como actor o escritor.

Así fue como me anoté en lo que en aquella época era el Ciclo Básico Común, de la Universidad de Buenos Aires para la licenciatura en ciencias de la comunicación. Empecé a cursar, pero no entendía nada. Habré ido a las materias unos pocos meses, pero no llegué a terminar el cuatrimestre. Estaba muy desorientado. Mi problema no era una crisis vocacional, sino que no podía pensar claramente debido al coctel de pastillas que tenía que tomar tres veces por día. Tenía muy claro que me gustaba la literatura, la comunicación social y el teatro. Me gustaba expresar y comunicar mis ideas, ya sea en un poema, en un personaje o en una radio. Pero, en ese proceso en el que me encontraba buscando espacios para expresarme había sido secuestrado por la psiquiatría, confinado en un loquero y drogado con pastillas que aun debía tomar. Por lo cual estaba bastante confundido, porque no tenía claro que estaba pasando en mi vida en términos generales.

Así fue como el apoyo de mi familia me dio ánimos para estudiar una licenciatura en arte dramático la cual pude terminar y luego realicé un posgrado como profesor en arte dramático.  Para ese entonces llegó la “crisis del 2001” en Argentina en la cual fundé un grupo de teatro el cual dirigí durante unos cuatro años y luego se desarmó porque tampoco podía pensar con claridad debido a que mi adicción a las drogas psiquiátricas me tenía muy desorientado sin un propósito claro en mi vida. En el 2005 atravesé una nueva crisis según los terapeutas de salud mental, pero a los pocos años comencé a vincularme con espacios culturales que tuvieran una perspectiva de la locura contrahegemónica, los cuales me permitieron volver a vincularme con medios de comunicación comunitarios.

Así fue como volví a hacer radio junto a Vicente Zito Lema, en “Radio Rebelde” justo en frente a Plaza Once, en la ciudad de Buenos Aires. Luego comenzaría a dar clases en su cátedra de “Literatura y periodismo” en la universidad de Avellaneda, la localidad donde aun está operativo el loquero donde me secuestraron. Después aproximadamente en el año 2015, gracias a uno de mis libros me invitaron a hacer una columna en “FM La Tribu” y empecé a colaborar con algunos medios gráficos como diarios y revistas. Ese año, fue cuando logré finalmente desintoxicarme de las drogas psiquiátricas. Y así fue como me volví a encontrar con la comunicación social, que era un pendiente en mi vida.

Para ese entonces ya sabía de la existencia de la revista “Mad in America” y ya tenía la visión de lanzar la versión Argentina. Pero no era ese el momento, porque aun no estaban dadas las condiciones en mi vida como para hacerlo. Aun tenía que conocer con quienes podría encarar ese proyecto.

Así pasaron los años, hasta que a principios del año 2023 estaba haciendo zapping televisivo desde mi cama y en un programa de revista y panelistas de la tarde escuché que hablaban sobre autismo. Dejé en el canal porque estaba Franco Torchia, a quien recordaba como una persona sensible en materia de diversidad cuando hacía su programa “Cupido”. Las personas que estaban de panelistas dijeron algunas opiniones prejuiciosas sobre el autismo, agarré mi Instagram y le escribí a Franco para decirle que no me parecía un buen abordaje mediático del tema. Al tiempo me entrevistó, después nos tomamos unos cafés, nos caímos bien, le propuse sumarse a “Locura en Argentina” y aceptó. Después hablé con Pablo Turkieh, psicólogo social, ávido lector especialista en literaturas locas y compañero en mi grupo de apoyo mutuo. También aceptó en sumarse al equipo. Pero aun faltaba una persona más, porque tengo cierta debilidad por el número cuatro debido a su carácter sagrado en Sudamérica. Entonces, le propuse sumarse a Ana García Mango con quien veníamos dando talleres de teatro con perspectiva de discapacidad para la Agencia Nacional de Discapacidad. Ana, era la pieza clave que faltaba porque es comunicadora, actriz y escritora. También aceptó y se armó el equipo.

El lanzamiento de “Locura en Argentina” es un regalo que me hacen mis compañeres, porque sucede en el día del paso a la inmortalidad de José de San Martin. La mejor forma de recordar mi independencia de la narrativa sanitarista es trabajando en una revista sobre cultura, diversidad y estilo de vida. Queda mucho por delante y estos son los primeros pasos de un largo camino que quiero recorrer junto a Franco, Pablo y Ana.

Por todo esto: Gracias.

Alan Robinson

Buenos Aires, 17 de Agosto de 2023.

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