En esta poesía Gabriel Hereñú recorre la emoción del enojo, y todo lo invisible que la rodea en cuanto a su origen, sus causas y consecuencias.
El enojo
es una emoción, el enojo no es tuyo,
no es de vos hacia vos, parece que lo fuera, porque lo sentís como propio,
pero en esa emoción anida otro que quedo en tu interior,
es un vínculo oculto y se estructuro como recuerdo,
que regresa cada vez y se expresa a través de un reciente suceso,
se siente ante un otro nuevo, que juaga el mismo papel que el otro viejo,
el enojo es una emoción intensa que surge y nos baña de frustración, irritación y rabia,
al sentirse atacado, o destratado, no reconocido, ante algo que se vive como injusto,
provoca una serie de cambios en nuestra psiquis y cuerpo,
aumenta la frecuencia cardíaca, se tensan los músculos,
la respiración se acelera y aparece un enrojecimiento de la piel,
queda alojado en nuestros órganos, manifestándose en la vesícula e hígado.
Estas reacciones son el resultado de la activación del sistema nervioso simpático,
que nos prepara para una respuesta de lucha o huida.
Alli se disparan actos, palabras, que depende de cada uno hasta donde llegan,
puede ser que si no hay una buena gestión o una barrera nos desbordemos,
dañándonos a nosotros y otros con lo que con el hacemos.
El enojo,
parece reciente, porque se expresa hoy, pero es añejo,
como todas las emociones no duran nada, 90 segundos o muchos menos,
¿Entonces porque lo sostenemos durante tanto tiempo?,
Perpetuándose como una estaca gigante, que nos limita,
nos desencuentra muchas veces con nuestros afectos,
sin reconocer nada valioso en ellos.
El enojo,
Hay que rastrear arqueológicamente en el pasado, que es donde comenzó,
algo paso en aquel grupo primario que hizo que lo sintiéramos,
fue esto, creíamos que habíamos hecho el mérito suficiente para ser amados como queríamos,
algo allí falto que supuestamente merecemos y no nos dieron,
pero ese otro u otra, no supo, no pudo o no quiso hacerlo,
cada uno pondrá a papá, mamá, o ese otro de quien espero eso.
El enojo,
es una necesidad no satisfecha, que busca ser satisfecha a cada momento,
el inconsciente no entiende de tiempo, solo se expresa,
cada vez que lo sentimos nos viene a enseñar lo que no aprendemos,
resignificarlo es poder decodificar el mensaje que trae esta emoción,
al hacerlo, liberamos aquel vinculo que quedo fijo,
que sentimos que no nos amo como queremos,
cambiando la actitud es como se logra esto,
es un camino que se transita para llegar al amor propio cuando no estuvo el ajeno,
que aquellos otros no nos enseñaron tal vez por no tenerlo.
Gabriel Hereñú
Psicólogo social. Psicoterapeuta existencial. Especialista en terapia de crisis.