Diego Capra nació en Mar del Plata en 1991 y sobrevivió al abuso sexual en su infancia. Es autor trans de los libros Chinito y Ladrillos en el cielo.
¿Cómo aprendiste a leer?
Supongo que en el jardín, soy escolarizado, pero también supongo que mis progenitores, sobre todo mi progenitora, habrá hecho mucho hincapié en eso, y rescato la figura de mi abuela, que tenía un pensamiento mágico muy contundente, y no sé si ella me enseñó a leer, pero sí que influyó mucho en mi manera de leer las cosas.
¿Qué estudios te ayudaron a aprender a escribir poesía?
Bueno, los estudios institucionales. Pero por fuera de eso hubo toda una búsqueda personal de mis síntomas, de lo que me estaba pasando cuando era un niño. y consultaba la biblioteca de mi casa, había una biblioteca muy grande, más de ciencia, no tanto de literatura, pero podía rescatar algunas poesías muy valiosas como fueron Sor Juana Inés de la Cruz y Alfonsina Storni en un comienzo.
¿De qué trata tu poesía en tu libro “Ladrillos en el cielo”?
Ladrillos en el cielo es un… yo lo llamo una novela de poemas en prosa. Es un recorrido por un momento de mi vida reciente, tendrá dos años. Sobre todo tiene que ver con los abusos sexuales que sufrí en la infancia por parte de mi progenitor. Y cómo convivo con ese trauma y mi relación afectiva con mi pareja, con Lucila. Mi relación con las voces. Yo escucho voces. Hay una voz que quiero mucho, que no sé si esto viene al caso, pero… Se llama Evelyn, es mi hermana, no es mi hermana biológica, es una hermana simbólica y hay muchos dedicados a ella, a mi comunicación con esa voz, con esa hermana, para mí es mi hermana. Y también trata sobre lo que es estar en un loquero.
¿Qué poetas te gustan y que poetas te influenciaron?
Los poetas que me gustan, me gustan mucho Bukowski, Joshua, Washington Cucurto, Pizarnik, Pizarnik me marcó muchísimo, Alfonsín Storni, Gabriela Mistral, todas esas mujeres de principios, de mediados de siglo. también los poetas españoles místicos San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús. Yo soy cristiano católico. Y tiene un gran peso en mí la educación cristiana y todo el universo místico del cristianismo
¿Hay algún escritor o escritora de tu generación que te inspire?
Ioshua, que es un poeta gay del conurbano, era, se murió muy joven a los 37 años, de cáncer y tenía HIV. Su poesía me gusta mucho Washington Cucurto también. Su poesía me gusta muchísimo. Son como contemporáneos. Después medio que me estanqué No hice mucho una búsqueda. Entré en el mundo de la locura, y me detuve un poco en… en explorar el mundo y me ensimismé bastante.
Leí en algunos medios que sufriste internaciones psiquiátricas, ¿Fueron tratamientos involuntarios? ¿Qué lugar ocupó la escritura durante el encierro?
Tuve internaciones voluntarias e involuntarias. En todas escribí. Me acuerdo una involuntaria que iba a ser por tres días y terminaron siendo 100, que fue nefasta. Fue en Mar del Plata, en una clínica privada. Y no tenía nadie, no tenía familia, no tenía nada pero tenía mi sueldo en ese momento. Yo trabajaba en relación de dependencia y compraba, compraba cuadernos y cuadernos y cuadernos y escribía y escribía y escribía. Escribía diarios y en otro cuaderno escribía poesía y así iba trazando como el porvenir. Siempre digo que la escritura tiene como algo predictivo, pareciera que lo que escribís se cumple. A veces me encuentro viviendo lo que escribí hace dos años y sin la intención de deseo, de premonición. Yo siempre digo cuidado con lo que escribís porque después te pasa. Igual no tengo cuidado cuando escribo, escribo lo que siento. Y después, ya en el hospital Bonaparte, el ex-Senareso, saben que escribo y me dejan llevar mi computadora en las internaciones. (Bromea) Así que estoy con una suite. Tengo una relación contradictoria con las internaciones, fueron muy traumáticas y a la vez muy necesarias algunas. Las últimas cada vez fueron más breves, la más larga fue de 10 meses y en todas escribo. Escribo y me escribo. Me presento en el sentido de presente, de hacerme una vida.
¿Qué representa para vos la locura en Argentina?
Para mí la locura en Argentina, ahora, en los últimos tiempos muy recientes, creo que es algo que está un poco de moda. Como “tomo pastillas, voy al psiquiatra”. Está todo el mundo haciendo terapia, todo el mundo con las pastillitas de mierda. Como que se perdió un poco lo colectivo. Como que se la subestima de alguna manera la locura. Se la subestima no en el sentido de peligrosa, porque no me parece peligrosa la locura, todo lo contrario. Sino por lo valiosa que es. Por la cantidad de sentido que puede dar un loco al mundo. Y ahora es como que todos son locos de pronto, ¿no? porque toman clonazepam o porque se clavan un antipsicótico o porque una vuelta tuvieron un brote, si te fumaste 80 porros es obvio que vas a tener un brote psicótico pero no sos loco amigo. La locura es otra cosa, tiene que ver con una historicidad, con una reincidencia con una percepción, una manera de ver y entender el mundo que no es un episodio. Es tu vida, es algo semanal y me da un poco de bronca como se le trata la locura ahora. Veo eso como que todos hacen los locos como si fuera algo divertido, algo excéntrico. No es así la locura es una manera de encarar la vida, no voluntaria y constante.
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Alan Robinson nació en 1977, en Buenos Aires, Argentina. Egresó como licenciado y profesor de arte dramático. Publicó novela, dramaturgia y ensayos. Enseña literatura, psicología social y finanzas.